Resulta recurrente la aparición de noticias acerca de las prácticas pederastas dentro del clero de Mi Santa Iglesia. Recientemente salía a la luz pública el caso irlandés, con testimonios de que al menos 2.000 de los 35.000 niños que se educaron en estos colegios sufrieron entre los años 50 y los 80 “abandono, abusos físicos, sexuales y emocionales" en múltiples instituciones de la Iglesia católica en Irlanda. Dichos abusos fueron ignorados por las autoridades y ocultados por la jerarquía de Mi Iglesia. También resulta reciente el caso del ejemplar Marcial Maciel, pederasta fundador de los ultraconservadores "legionarios de Cristo".
Ciertamente casos de éste tipo han ocasionado fuertes desembolsos económicos en forma de indemnizaciones a Mi Iglesia principalmente en países como Estados Unidos y Australia. También se han producido un gran número de casos constatados en España, Francia, Méjico, Italia, Alemania, Austria, Polonia, Gran Bretaña, Centroamérica, Puerto Rico, Colombia, Brasil, Argentina y Chile. También es cierto que éstas prácticas cotidianas de las diócesis católicas han sido más efectivamente silenciadas en los países latinos que en los anglosajones.
Los datos son abrumadores y las tendencias por un desmedido "amor a la infancia" son bien conocidas por la gente de a pie, al margen de los datos oficiales. En ciertos lugares de España han dado lugar a irónicas expresiones como "esconded los traseros que vienen los de los baberos" refiriéndose a los hermanos maristas. Por suerte en éstos países se ha optado mayoritariamente por la "resignación cristiana" y por el silencio, viéndose así minimizada la repercusión real del problema.
Ciertamente casos de éste tipo han ocasionado fuertes desembolsos económicos en forma de indemnizaciones a Mi Iglesia principalmente en países como Estados Unidos y Australia. También se han producido un gran número de casos constatados en España, Francia, Méjico, Italia, Alemania, Austria, Polonia, Gran Bretaña, Centroamérica, Puerto Rico, Colombia, Brasil, Argentina y Chile. También es cierto que éstas prácticas cotidianas de las diócesis católicas han sido más efectivamente silenciadas en los países latinos que en los anglosajones.
Los datos son abrumadores y las tendencias por un desmedido "amor a la infancia" son bien conocidas por la gente de a pie, al margen de los datos oficiales. En ciertos lugares de España han dado lugar a irónicas expresiones como "esconded los traseros que vienen los de los baberos" refiriéndose a los hermanos maristas. Por suerte en éstos países se ha optado mayoritariamente por la "resignación cristiana" y por el silencio, viéndose así minimizada la repercusión real del problema.
La actitud de Mi Iglesia ante éstos casos es siempre loable puesto que siempre ha tratado de silenciarlos y ocultarlos. Es una verdadera lástima, así como un grave contratiempo para la difusión de Mi mensaje de amor y esperanza, el malentendido producido a raíz de la revelación pública de un documento altamente confidencial de Mi Iglesia llamado "crimen sollicitationis". Dicho documento fue enviado por el Cardenal Alfredo Ottaviani, secretario del Santo Oficio (hoy la Congregación para la Doctrina de la fe) en 1962 a todos los sacerdotes y obispos católicos y en él se explican los procedimientos que deben seguirse para hacer frente a los casos de clérigos de Mi Iglesia acusados de haber utilizado el sacramento de la Penitencia para hacer peticiones sexuales a los penitentes. En ese momento, el ahora Papa, Benedicto XVI era un teólogo de dicha congregación de la que acabó siendo Prefecto diecinueve años después. En dicho documento se exhorta a manejar los casos con el más escrupuloso secretismo y se amenazaba de excomunión a aquel que no lo hiciese así. Además se especificaba que los mismos procedimientos deberían seguirse en caso de denuncias ante comportamientos de homosexualidad, pederastia o zoofilia por parte del clero. Éste documento apareció a la luz pública en el peor momento posible, que fue durante el escándalo originado en Estados Unidos por la denuncia de miles de casos de pederastia cometidos por sacerdotes católicos. En 2001 el entonces cardenal Joseph Ratzinger enviaba una epístola con el nombre “Delictis Gravioribus” a todos los obispos y otros miembros de Mi clero recordando la validez a las instrucciones dadas en "crimen sollicitationis". Volvía a quedar meridianamente claro que las responsabilidades que los graves abusos debían ser judgados y castigados únicamente dentro del seno de la Santa Iglesia. Nadie puede tachar de incoherente ésta forma de actuar porque, de hecho, la Congregación para la Doctrina de la fe que dirigía el bueno de Ratzinger cuando dio esas directrices no es otra cosa que el nombre moderno que recibe la muy conocida y añorada Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición, en cuyo manual del inquisidor aparece: "No hay que ser muy celoso en perseguir a religiosos y sacerdotes, pues el proceso de un sacerdote siempre puede interpretarse como proceso a todo el clero".
Después de todo lo expuesto quiero hacer una encendida defensa de Mi Iglesia ante el gran desprestigio que está sufriendo su buen nombre como consecuencia no ya únicamente de la existencia de un número tan elevados de casos de "solicitación infantil", sino también de su decidida estrategia de acallamiento y ocultación de los abusos. Dentro de dicha estrategia se circunscriben los frecuentes y necesarios cambios de ubicación geográfica a la que se ven sometidos los curas abusadores. Cuando éstos reinciden simplemente se les vuelve a cambiar de parroquia a otra donde los feligreses desconocen sus hábitos pederastas.
Dado que la función de Mi Iglesia no es otra que difundir Mi mensaje de amor y esa debe ser su única prioridad, es normal que en algunas ocasiones su gran y noble dedicación lleve a parte de Mi clero a las más encendidas prácticas amorosas con la indefensa infancia a la que está en el deber moral de suministrar el necesario adoctrinamiento en la única fe verdadera. Puede que eso no sea fácilmente entendido por aquellos que carecen del suficiente constreñimiento mental religioso, pero todo es perdonable cuando se trata de evitar la horrible condenación que espera a aquellos que no crean en Mí.
Después de todo lo expuesto quiero hacer una encendida defensa de Mi Iglesia ante el gran desprestigio que está sufriendo su buen nombre como consecuencia no ya únicamente de la existencia de un número tan elevados de casos de "solicitación infantil", sino también de su decidida estrategia de acallamiento y ocultación de los abusos. Dentro de dicha estrategia se circunscriben los frecuentes y necesarios cambios de ubicación geográfica a la que se ven sometidos los curas abusadores. Cuando éstos reinciden simplemente se les vuelve a cambiar de parroquia a otra donde los feligreses desconocen sus hábitos pederastas.
Dado que la función de Mi Iglesia no es otra que difundir Mi mensaje de amor y esa debe ser su única prioridad, es normal que en algunas ocasiones su gran y noble dedicación lleve a parte de Mi clero a las más encendidas prácticas amorosas con la indefensa infancia a la que está en el deber moral de suministrar el necesario adoctrinamiento en la única fe verdadera. Puede que eso no sea fácilmente entendido por aquellos que carecen del suficiente constreñimiento mental religioso, pero todo es perdonable cuando se trata de evitar la horrible condenación que espera a aquellos que no crean en Mí.
Ya que no quiero que algún avieso ateo malinterprete Mis palabras, tengo que aclarar que los clérigos pederastas son merecedores del peor de los castigos estipulados por la ley, pero no por una ley cualquiera, sino por la ley de Dios, la Mía propia siempre más justa que la hombre, en tanto que únido referente válido sobre la que construir una moral humana. Para que los piadosos pederastas puedan recibir el castigo que realmente merecen deben de poder ser judgados exclusivamente por los códigos canónicos, hay que obstruir la justicia evitando cualquier interferencia por parte de la imperfecta legalidad civil creada por una sociedad que se cree en la legitimidad de crear sus propias leyes, al margen de las de Dios y su Iglesia. Porque tales son los desmanes provocados cuando se vive a espaldas de la única fe verdadera y se cae en una irrefrenable tendencia laicista.
Suele obviarse de forma malintencionada que quien incurre en prácticas de abuso infantil en el seno de Mi Iglesia sufre sanciones tan severas como la suspensión de celebrar Misa y de escuchar confesión sacramental. Pero no se queda ahí Mi implacable Iglesia que para las situaciones más graves, puede llegar incluso hasta a la degradación al estado laico. Al contrario que las penas decretadas para quien rompa el secretismo, no se dice aquí nada de la severísima excomunión. Con tan duras penas nadie puede decir que un clérigo pederasta puede quedar impune, porque puede llegar a quedarse en la calle como un simple ciudadano más sin ningún tipo de antecedente penal ni impedimento para seguir con sus prácticas de abuso infantil, pero eso sí, sin dañar el buen nombre de la Iglesia que lo ha expulsado después de encubrir sus prácticas aberrantes. Porque en su virtuoso afán por salvaguardar la fe quien más pierde con éstos casos es Mi Iglesia que se ve obligada a desembolsar cuantiosas sumas de dinero cuando se percata de que no le queda otro remedio para evitar el escándalo.
Es debido a eso y no a una posible flaqueza de fe en los miembros de Mi jerarquía, que se hace absolutamente imprescindible silenciar y ocultar la endémica pederastia que habita en su seno, con la siempre inestimable ayuda de ese oscurantismo que tanto bien ha hecho siempre por Mi Santa Iglesia Católica Apostólica Hipócrita y Romana.
Además es fácil de entender, para cualquiera con unos conocimientos mínimos de las necesidades sexuales humanas, que de alguna manera hay que aplacar la libido de un clero célibe.
Enlaces:
El caso Irlandés (gentileza del devoto Telecansino)
Crimen sollicitationis: (1), (2)
Delictis Gravioribus
Suele obviarse de forma malintencionada que quien incurre en prácticas de abuso infantil en el seno de Mi Iglesia sufre sanciones tan severas como la suspensión de celebrar Misa y de escuchar confesión sacramental. Pero no se queda ahí Mi implacable Iglesia que para las situaciones más graves, puede llegar incluso hasta a la degradación al estado laico. Al contrario que las penas decretadas para quien rompa el secretismo, no se dice aquí nada de la severísima excomunión. Con tan duras penas nadie puede decir que un clérigo pederasta puede quedar impune, porque puede llegar a quedarse en la calle como un simple ciudadano más sin ningún tipo de antecedente penal ni impedimento para seguir con sus prácticas de abuso infantil, pero eso sí, sin dañar el buen nombre de la Iglesia que lo ha expulsado después de encubrir sus prácticas aberrantes. Porque en su virtuoso afán por salvaguardar la fe quien más pierde con éstos casos es Mi Iglesia que se ve obligada a desembolsar cuantiosas sumas de dinero cuando se percata de que no le queda otro remedio para evitar el escándalo.
Es debido a eso y no a una posible flaqueza de fe en los miembros de Mi jerarquía, que se hace absolutamente imprescindible silenciar y ocultar la endémica pederastia que habita en su seno, con la siempre inestimable ayuda de ese oscurantismo que tanto bien ha hecho siempre por Mi Santa Iglesia Católica Apostólica Hipócrita y Romana.
Además es fácil de entender, para cualquiera con unos conocimientos mínimos de las necesidades sexuales humanas, que de alguna manera hay que aplacar la libido de un clero célibe.
Enlaces:
El caso Irlandés (gentileza del devoto Telecansino)
Crimen sollicitationis: (1), (2)