miércoles, 28 de octubre de 2009

La sagrada connivencia con los totalitarismos.

Quiero revelaros hoy, devota feligresía, la existencia de una página en la que hay una completa recopilación fotográfica de las magníficas relaciones que siempre han mantenido las jerarquías religiosas con el poder más totalitario, detallado por países. Por supuesto que la mayoría corresponde a miembros de Mi Santa Iglesia, como no podía ser de otra forma teniendo en cuenta su larga historia de próspera connivencia con el poder y de tutela de las libertades.


Es sabido que la religión defiende valores de origen divino que no pueden ser cuestionados, en los que no tienen ninguna influencia las opiniones humanas, por muy mayoritarias que puedan ser. Se trata de un sistema absolutista en el que únicamente la opinión divina puede ser considerada como válida. Esa es la consecuencia de asumir que un sistema moral debe tener necesariamente su origen en una deidad. No es conveniente que exista una población librepensadora, capaz de superar el aborregamiento que pretende toda religión y del que tan orgullosos están sus fieles. Eso siempre supone un serio peligro para la vigencia y perdurabilidad de los sagrados dogmas religiosos. Hay que intentar fomentar la existencia de un poder ajeno a las veleidades de la libertad y la razón, capaz de imponer con firmeza a la población sus sólidos y firmes principios. Ese es el sistema que rige en Mi Iglesia y es el que ésta ha de promover. Solo el caos puede ser la consecuencia del relativismo laicista en que se mueven los pueblos que olvidan a su dios.
El poder sometedor siempre ha sabido valorar la gran capacidad de aborregamiento que tiene la religión que tan interesada está en las enormes ventajas que puede obtener de esta relación. Además de ésto es muy importante para ambos la simbiosis que se produce en la asociación de los conceptos Dios y patria, cuya labor cimenta y fortalece aquel nacionalismo más reaccionario que todo dictador necesita.
La mejor prueba del beneficioso efecto que produce el totalitarismo en la religión es la muy añorada Edad Media, con su proverbial y ejemplar oscurantismo.
Un aspecto fundamental que deben cumplir éstos sistemas políticos es que fomenten la consolidación de los privilegios que favorecen el mantenimiento de las desigualdades sociales que tanto bien hacen a la religiosidad. Cuando no se cumple éste requerimiento, el régimen en cuestión pasa a ser considerado por Mi Iglesia de una forma diferente por no resultar adecuado para la consecución de sus intereses. Entonces sí se critica el totalitarismo, la represión y los crímenes de estado, que tan convenientemente se obvian en el caso contrario.
Además, si alguien puede conseguir tales cotas de poder no es sino porque Yo así lo he querido en Mi infinita misericordia y porque es un elegido Mío. Eso es algo que siempre han acostumbrado a creer tanto los gobernantes absolutistas como sus pueblos sometidos, favoreciendo enormemente este tipo de situaciones. El retroceso de la ignorancia y de la incultura cada vez dificulta más la aceptación de tales argumentos, por lo que se hace muy necesario promoverlas a cualquier precio. Así se justifican los métodos más crueles e inhumanos.
En su ejemplar labor de obtención de poder y de propagación de la fe, Mi Santa Iglesia debe a toda costa buscar los ansiados privilegios que los gobernantes más absolutistas y dictatoriales pueden proporcionarle. Poco importa la cruel, despótico o genocida que sea el gobernante en cuestión, mientras colabore en la difusión de Mi maravilloso mensaje de amor, esperanza y salvación. Aunque pueda haber algunos clérigos poco conformes con ésta relación, lo cierto es que no deben ser tenidos en cuenta por su poca importancia dentro de una estructura tan sumamente jerarquizada como Mi Iglesia, cuya cúpula siempre ha sabido lo importante que resulta la connivencia con el poder más despótico en la sagrada defensa de la fe.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La innata capacidad de creer en lo sobrenatural.

El ser humano posee una irrefrenable sed y ansia de conocimiento. La irresistible tentación de usar atajos fáciles en ésta búsqueda desenboca frecuentemente en respuestas demasiado simplistas e injustificadas, en las que prima la rapidez en la obtención de certezas, sobre la razón. Para ello, se fuerzan pintorescas asociaciones entre todo tipo de fenómenos, completamente inconexos. Así es como, en el afán de economizar en el penoso esfuerzo mental que supone, se busca evitar cualquier tipo de relación con la razón, alegando la existencia de una realidad no accesible a ésta.

Mediante la renuncia a la racionalidad surgen todo tipo de creencias mágicas, místicas y supersticiosas, en fuerzas extrañas y en los más variopintos seres sobrenaturales. Dicha tendencia es más acusada en la infancia, momento en el que lo mismo a un niño se le puede hacer creer en duendes, que en dioses, que en el ratoncito Pérez. Resulta completamente recomendable, entonces, aprovechar para que la mente infantil sea encauzada hacia las creencias religiosas en las que se desea generar la necesaria impronta. Ni que decir tiene que esto es completamente execrable salvo que se haga al servicio de Mi religión, que esta sí que es la verdadera.
Una consecuencia de esto es que al ser humano le resulta muy difícil asimilar los fenómenos aleatorios y la contingencia que rigen gran parte de su vida, ya que le hacen experimentar una horrible sensación de vacío e impotencia. Se crea ilusiones para tener mayor sensación de control sobre su futuro. Se crea el concepto de destino, se busca la solución en rituales mágicos, ocultismo, espiritismo, amuletos, horóscopos, videntes y oraciones. Se repiten patrones cotidianos por pura superstición. Aquellos que tienen desarrollada la capacidad de creer no suelen conformarse con una sóla creencia sobrenatural y lo mismo que profesan una religión, creen en fenómenos supuestamente incompatibles con ella. No resulta extraño ver a mi chaval Jesucristo mezclado con rituales de magia, espiritismo e, incluso, con extraterrestres.
Cuanto más desdichada y penosa sea la vida de una persona, más necesitada se ve de éstos comportamientos que le hacen, al menos, tener esa falsa sensación de control. La desesperación origina respuestas desesperadas. Es así como en las sociedades más empobrecidas prospera la fe del hambriento. La pena es que allí, debido a lo anteriormente expuesto, la fe verdadera en Mí, suele encontrarse aún más amalgamada con rituales mágicos, santería, cultos paganos y con todo tipo de creencias sobrenaturales.
La capacidad innata de creer en lo sobrenatural es la causa de que exista la visceral necesidad de Mi existencia. Esto resulta indispensable para que prospere la fe que requiere Mi religión, pero reconocer su existencia supone igualarla no ya, únicamente, con el resto de las religiones existentes, sino, lo que es aún más bochornoso, con el resto de creencias supersticiosas, esotéricas y sobrenaturales. Además, como es natural, hay una constante competencia con ellas y una gran propensión a la hibridación. Resulta comprensible que Yo no quiera que se Me relacione con los fantasmas, con los marcianitos verdes y cabezones, con el chupacabras o con el monstruo del lago Ness. Por eso, recomiento a Mi Santa Iglesia y a su devota feligresía que se obstine en seguir negando tanto el origen común de todas estas creencias, como la existencia de cualquier tipo de relación entre ellas.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Tomarse en serio la fe. Vivir en concordancia con ella.

En la actualidad, en el mundo occidental lo normal es que la mayor parte de la población no se tome completamente en serio su fe y la postergue, muy a menudo, a un segundo plano, limitándose a profesar cierta simpatía por la religión dominante en su área geográfica, fruto de la sensacional impronta que deja el adoctrinamiento en la infancia.
Se hace uso básico de los valores de la fe, utilizando únicamente las partes indispensables para satisfacer la visceral necesidad humana de transcendencia, entre las que juegan un destacado lugar las muestras más cutres de esta, así como el cumplimiento con aquellos rituales religiosos, como bodas bautizos, comuniones y tumultuosas procesiones, con los que también poder exhibir el, tan habitual, gusto popular por la ostentación.
Es muy alentador el hecho de que dicha población sea, en la mayor parte de los casos e incluyendo a aquellos que menos en serio se toman los principios religiosos, incapaz de contemplar su religión con completa objetividad como simplemente una más de las existentes, exceptuando el caso de los muy minoritarios, pero también muy denostables ateos, en su obstinada defensa del racionalismo. Pese a eso, y como expuse en Mi entrada anterior, el mero hecho de plantearse que a los principios religiosos se les pueden otorgar diversos grados de verosimilitud, implica el que las religiones son una mera invención al servicio de las necesidades humanas. La tendencia de las sociedades modernas a no tomarse completamente en serio la fe, supone el que los valores y certezas absolutos que justifican su existencia son completamente relativos y, por lo tanto, falsos.
Para evitar éste problema, la única religión verdadera debe vivirse en su integridad, llevando una vida en concordancia con los principios de ésta:
- La fe verdadera en una dichosa vida eterna debe ser incompatible con el miedo a la muerte, puesto que si no resulta la mejor demostración de que es un subproducto de éste.
- Los creyentes deben guiarse por la ley divina y no por la humana, siendo el ideal de sistema político aquel que se fundamenta en los dogmas religiosos. El laicismo es el mayor horror en el que puede caer una sociedad con una creencia dominante en Mí. Si es una sociedad con otro credo, no pasa nada.
- Hay que obstinarse en decir que sólo una origen divino puede servir para fundamentar un moral humana.
- La fe, en cuanto que generadora de certezas sin necesidad de demostración, siempre debe anteponerse a la razón.

Exhorto, por tanto, a Mi devota feligresía a que se olvide de los modernos relativismos que, fruto de la creciente cultura, llevan a una vida en la que cada vez su fe se ve más postergada a un segundo plano. Sólo existe una verdad, mi existencia es la única certeza y la prueba es éste blog.

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