lunes, 8 de junio de 2009

Mi incomparable indolencia y Mis acostumbradas ausencias.

Quiero hablar hoy, queridos feligreses Míos, de Mi incomparable indolencia y de Mis acostumbradas ausencias. Porque, aún siendo Yo un ser tan omnipotente, tan infinitamente bueno y tan omnipresente, tengo que reconocer que también soy bastante indolente. Como más disfruto es no haciendo absolutamente nada y dejándome envolver de una profunda sensación de vacío. De hecho llevé una existencia infinita antes de decidirme a obrar Mi maravillosa creación y después de eso aún dejé pasar varios miles de millones de años antes de darme a conocer a los hombres.
Me encanta relajarme y disfrutar de tan privilegiada condición, llevando una existencia completamente placentera y despreocupada, totalmente indiferente a las peripecias e infortunios de Mi Creación. Acerca de Mis pretendidas actuaciones estelares, sin duda se ha exagerado mucho. La causa de ésto es que Mis devotos creyentes siempre se han sentido muy fascinados ante la idea de que, aunque de forma muy ocasional, Yo me dignase a mover un dedo. Esa demanda de intervenciones espectaculares ha dado origen a un gran derroche de imaginación popular que, con la inestimable ayuda de la infinidad de Vírgenes y Santos ha culminado en una concepción verdaderamente cutre de lo transcendente. Porque otra gran ventaja de Mi religión monoteísta es que, pese a Mi incomparable indolencia, siempre están ahí para servir de ayuda toda esa pléyade de semidioses que son quienes realmente se encargan de hacer la mayor parte del trabajo. Además de eso, es una ventaja contar Mis otros nicks genuinamente divinos como son "Espíritu Santo" y "Jesucristo".
Otro factor importante es que para mantener la pureza y el virtuosismo de la fe debo de mantenerla a salvo de cualquier contaminación racional o empírica. De no ser así dejaría de ser necesario tener fe y es bien conocido que ésta es imprescindible en la religión. La mejor forma de hacerlo es mediante un infinito y desolador vacío.
Es por eso que ahora muestro tan mayúscula indiferencia ante las desgracias e infortunios de la especie humana. Me limito a observar con desdén e indolencia hasta las más grandes catástrofes que padece Mi gran rebaño humano, siempre tan deseoso de considerarse elegido por Mí. Ésta existencia tan sosegada, nunca se ve turbada por fenómenos tan vulgares como un accidente aéreo, una epidemia mortal, un devastador incendio o una catástrofe natural. Ni que decir tiene que no Me importan en absoluto las desgracias más humildes y cotidianas de ninguna de Mis criaturas. Mi suprema perfección Me incapacita para sentir el más mínimo sentimiento de culpa por no haber hecho nada para evitarlo, y el vacío producido por Mi inacción acostumbra a ser eclipsado por la imperiosa necesidad de quienes, en su desesperación, buscan ansiosamente refugio en Mí. Porque su fe les garantiza que Yo, con Mi insaciable arrogancia, siempre estoy ahí, aunque sea de una forma tan despreocupadamente indolente.
Tan sólo éste blog, única y verdadera prueba de Mi Existencia, es capaz de hacerme salir de Mi profundo y espiritual sosiego, aunque en ocasiones vuelva a Mi tendencia natural y sólo quede de Mí el vacío.

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