miércoles, 31 de marzo de 2010

La afamada resurrección de Mi hijo.

En estas bonitas fechas, quiero obsequiaros con dos maravillosas representaciones de la incomparable, y muy afamada, resurrección de Mi hijo Jesús. Son una fiel reproducción de tan cruciales y sobrenaturales momentos, que fundamentan el edificio entero de Mi religión. En ellas puede apreciarse la sin par belleza que Me caracteriza a Mi hijo, así como su incomparablemente expresivo semblante de divina dignidad.

En este primer lienzo Mi chaval hace una estelar aparición en la puerta de Su propio sepulcro ante la afligida María Magdalena, una vez efectuada, al tercer día, tan magistral resurrección.


En la segunda, Mi muchachote lleva a cabo un verdadero ejemplo de la prestidigitación, elevándose sin aparente esfuerzo sobre los estupefactos discípulos asistentes al portento. Así es como regresa triunfante a casa conmigo, su Padre, después de un simulacro de emancipación. Es de reseñar que la ascensión al Cielo es llevada a cabo conservando íntegro su impactante físico, en lo que ha dado en llamarse el Misterio de la Encarnación.
 


Una vez contemplados estos bellos lienzos, Mis borreguiles seguidores han de recordar la suma importancia del hecho representado, pues sobre él se construye todo el cristianismo, y se deja atrás Mi desfasada versión Dios 1.0.. He de reconocer, sin embargo, lo increíble de tal resurrección con tintes mitológicos pero, querida feligresía, no sólo es dogma de fe, sino que además es el más importante y constituye la garantía de vuestra salvación. Hay que entender el proceder de Mi chaval porque la juventud es muy aficionada a las modas, y la de resucitar al tercer día estaba muy extendida entre las deidades mediterráneas de la época. El hecho de que Jesús se limitase a plagiar su resurrección es más comprensible hoy en día, que puede comprobarse el gusto de los jóvenes por la copia pirata. A eso no hay que otorgarle la menor importancia, y más si tenemos en cuenta que en dichas deidades la resurrección sí que era pura y flagrante mitología, que no hace sino poner aún más de evidencia su falsedad, así coma la irrefrenable tendencia humana de inventarse dioses cutres y mundanos.

lunes, 22 de marzo de 2010

La sexualidad humana.

En Mi religión se tiene un altísimo concepto de la sexualidad humana, siempre que sea digna y honesta. Por tales conceptos se entiende sexualidad entre un hombre y una mujer, dentro del sacramento del matrimonio y únicamente con fines reproductivos. El sexo es algo muy bien considerado pero hacerlo fuera de estas estrictas reglas supone invariablemente un pecado mortal. Dentro de esta absoluta libertad religiosa están prohibidos la masturbación, la fornicación, el adulterio, la pornografía, la prostitución, la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales, la promiscuidad, los métodos anticonceptivos y cualquier tipo de relación no destinada a la procreación. También se consideran inmorales e intrínsecamente desordenados la estimulación manual, el sexo oral y el anal. Así mismo, y por muy comunes que sean en el Antiguo Testamento, están prohibidos el incesto y la violación.



Mi religión defiende una "humanización de la sexualidad" que consiste en una sexualidad "abierta a la vida" y basada en la "ley natural". Dicha teoría ética, de origen pagano, postula la existencia de una ley cuyo contenido está inscrito en la naturaleza y que por tanto tiene validez en todo tiempo y lugar y para toda persona. Así es como, el ser humano, criatura elegida por Mí, creada a Mi imagen y semejanza, dotada de esa condición espiritual de la que carece el resto de Mi maravillosa creación que es la que le otorga su privilegiada situación sobre el inferior reino animal, abandona dicha superioridad antropocentrista para concluir que en los animales el sexo está limitado a la reproducción y a la propagación de la especie. Se obvia la función social que tiene en la especie humana, poseedora de una reproducción totalmente condicionada por lo prolongado del periodo infantil, consecuencia de su mayor desarrollo cerebral. Aquí es necesaria la virtuosa y recurrente presencia del sacrosanto Absurdo, hijos Míos, para extraer las siguientes conclusiones:
- La sexualidad humana ha de tomar como modelo la animal por su función eminentemente reproductiva, por lo tanto "humanizar la sexualidad" consiste en tomar como modelo la sexualidad animal, con un periodo de desarrollo de las crías mucho más breve por lo general que el humano, y olvidarse de las peculiaridades sexuales humanas como la de poseer una sexualidad no condicionada por un período de celo.
- El sexo debería ser entre un hombre y una mujer exclusivamente durante el periodo necesario para lograr un embarazo y reprimiendo todo impulso sexual durante meses y años una vez conseguido tal fin y hasta que el hijo nacido sea destetado. Tan largo periodo no se da en ninguna otra especie que practique la monogamia. La pareja debería permanecer unida sin relaciones sexuales todo ese tiempo dándome gracias por poder llevar tan asexual y dichosa existencia.
- Se defiende la monogamia, algo que sólo en las aves está generalizado dentro del reino animal, siendo muy raro en los parientes mamíferos humanos. La promiscuidad es indecentemente frecuente.
- También se criminaliza la homosexualidad y se ignora la tan defendida "naturalidad" cuando se obvian las evidencias científicas que indican su origen genético y su existencia en otras especies animales.
- El fin único fin válido debe ser la propagación de la especie. Ese ancestral impulso sí se cumple en la totalidad del mundo natural y es algo que no hace sino confirmar un asunto tan incómodo para la fe como la evolución por selección natural. En cualquier caso, es indudable que los recursos naturales son limitados y que una especie "espiritual" a la que Yo he dotado de una inteligencia tan privilegiada debería ser capaz de darse cuenta de ello, prever los peligros de la sobrepoblación y hacer algo más que intentar llenar el mundo de miembros de su especie, como le dictan sus genes.
- Nada "animaliza" más la sexualidad que limitarla únicamente a su función reproductiva.
- La especie humana es la única en la que las hembras sufren la menopausia, dándose la antinatural  y blasfema paradoja de que se pueden tener relaciones sexuales sin función reproductiva. Por supuesto, y, de acuerdo con Mis planteamientos, la vida sexual del matrimonio deben finalizar voluntaria devotamente una vez perdida la capacidad reproductiva de la mujer. Lo contrario sería vicio, depravación y lujuria, e iría  totalmente en contra de lo que hacen los animalitos por los campos.
- Tengo que reconocer que el celibato religioso tiene un difícil encaje en Mi doctrina reproductiva. Se trata de gente que renuncia voluntariamente a tener hijos. Eso equipara a Mis religiosos con los homosexuales en cuanto a su nula contribución al sacrosanto fin de la propagación de la especie.
Estas son, devota feligresía, las consecuencias de intentar compatibilizar la tan especial condición humana, con su vertiente de superioridad espiritual sobre el resto de Mi creación, con el acatamiento de unas restricciones sexuales extrapoladas de un mundo natural poseedor de una rica y variada diversidad, a la que, el hombre, con sus similitudes y sus peculiaridades, contribuye como cualquier otra especie.
La sexualidad humana no es nada pecaminoso, hijos Míos, lo que es pecaminoso es intentar disfrutar de ella. Su gran virtud es que su existencia permite que Mis creyentes puedan experimentar el enorme placer de reprimirse evitando todo deseo y acto gozoso, lujurioso y hedonista. Una vez dicho esto, querido rebaño, quiero animaros a que llevéis una dichosa vida sexual, siempre "abierta a la vida", más "humana", dentro del matrimonio y sin comportamientos lascivos y pecaminosos. Para la propagación de Mi fe es necesaria y obligatoria la reproducción de Mis creyentes. Eso siempre que no seáis clérigos de Mi Santa e Hipócrita Iglesia, en la que el celibato es obligatorio y la pederastia endémica.

sábado, 13 de marzo de 2010

Campaña contra el aborto.

La Conferencia Episcopal Española, acaba de lanzar una nueva campaña en defensa de la vida y en contra del contubernio de homosexuales abortistas ateos, cuyas mujeres abortan por puro vicio con el fin último de destruir la institución de la familia. Porque, tanto el aborto, como el uso de métodos anticonceptivos constituyen, un grave pecado por privar a Mi iglesia de nuevas vidas en las que poder sembrar la semilla de la fe. Es la que puede verse en el siguiente cartel:


Sin ánimo de criticar el trabajo de la devota jerarquía de Mi Santa Iglesia debo sugerir, sin embargo, algunas "mejoras" a dicho cartel para que se entiendan mejor las intenciones que hay detrás de su mensaje. Mi propuesta hubiese sido:


En Mi cartel, hijos Míos, se resalta más el enorme valor que tiene una nueva vida para nuestra fe. Un recién nacido es un creyente potencial, que conviene sea bautizado lo antes posible y en cuyo cerebro inmaduro pueden implantarse todos los elementos que componen la doctrina de Mi religión, por muy Absurdos que puedan resultar. Eso es gracias a su providencial falta de capacidad crítica, que tan necesaria es para el arraigo de la fe. Una vez que dicho individuo crezca convenientemente aborregado gracias a su fe en Mí, difícilmente considerará la opción de pasarse a otra religión, debido a la impronta creada mientras no existía una perniciosa capacidad crítica contra la que las demás sí tendrán que luchar. Un bebé no es sino un cordero que pronto integrará ese gran rebaño de Mi Iglesia de cuya explotación obtiene los cuantiosos ingresos y el poder necesarios para seguir propagando el mensaje de amor de la única fe verdadera. También pongo el enlace directo a la palabra de Dios, que es la de Mi blog, en lugar del de un simple intermediario como es la Conferencia Episcopal española.
Es seguro que habrá malvados ateos que malinterpreten Mi versión del cartel, entendiendo que hace una llamada al alumbramiento de bebés que puedan ser objeto de explotación sexual por parte de los sacerdotes de Mi Iglesia. Como siempre, estarán muy equivocados, aunque puede ser entendible teniendo en cuenta la endémica pederastia de Mi clero célibe. Sin embargo, devota feligresía, Yo os aseguro que a Mi Santa Católica Hipócrita y Romana Iglesia le es más rentable la explotación de sus mentes que de sus cuerpos, sin que por ello sean incompatibles.

lunes, 8 de marzo de 2010

El pecado.

El pecado es la ofensa a Mí y a Mis leyes y preceptos arbitrariamente dictados. Mi rebaño de creyentes debe obrar conforme a Mis reglas, en tanto y cuanto que soy Yo quien decide lo que está bien o mal y , por ejemplo, asesinar a niños indefensos sería buenísimo si Yo así lo decidiese (como de hecho lo he hecho en alguna ocasión) y puedo cambiar de opinión siempre que Me parezca. El ser humano deberá considerar como bueno lo que Yo decida, pues sólo así pueden establecerse unos principios morales válidos. Ésta es la única forma de no caer en el relativismo moral ateo. Pese que Yo otorgué libre albedrío al ser humano para llevarme la contraria, no está nada bien hacerlo y se denomina pecado. El pecado puede ser de obra o de pensamiento, que Yo todo lo sé y no perdono ciertos pensamientos.
Dentro del apasionante mundo del pecado está el muy Absurdo Pecado Original que es ese que se viene de serie al nacer. Se hereda de los ancestros igual que una enfermedad genética, sólo que de dicho pecado no se libra ni Dios. Bueno, Yo sí y la Virgen también, pero nadie más. También están los pecados capitales, todos ellos producto del vicio. Los siete tradicionales son: la gula, la pereza, la lujuria, la soberbia,  la avaricia, la envidia, y la ira. Por suerte esos pecados no son aplicables a Mí, debido a Mi privilegiada condición, ya que, sobre todo en Mi versión 1.0. , la del Antiguo testamento, en donde se hace gala de una incestuosa lujuria, también se manifiesta Mi caracer sumamente envidioso, soberbio e iracundo. A eso hay que añadir Mi acostumbrada pereza que fue la responsable de que Me costase tanto tiempo crear y manifestarme a los seres humanos, así como la avaricia de Mi Santa Iglesia. A éstos siete, dicha institución ha añadido en su reciente actualización las manipulaciones genéticas y la experimentación con embriones humanos, así como el enriquecimiento hasta límites obscenos a expensas del bien común. Para solventar tan desproporcionado enriquecimiento lo mejor es donar el dinero a Mi Santa Iglesia que siempre está muy necesitada.


Los demás pecados se dividen en veniales y mortales. 
- Los veniales son pecadillos de segunda, de poca importancia cometidos casi sin querer. No priva al alma de su gracia santificante pero disminuye el lustre de su virtud. Pueden ser remitidos con la oración, la contrición, la comunión ferviente y otras obras pías. Sin embargo, es laudable su confesión. Los difuntos han de pasar por el Purgatorio al modo de trámite burocrático para la purificación de sus pecados veniales, antes de ingresar en el Cielo.
- Los mortales consisten en la violación con pleno conocimiento y deliberado consentimiento de Mis mandamientos en una materia grave. Es una aversión por Mí y condena al pecador a una horrible y justiciera condenación. En esta categoría se encontraría el ateísmo deliberado de aquellos que se han revelado contra su adoctrinamiento infantil. También se encontrarían el secuestro, el asesinato, el incesto, el atraco, la promiscuidad, el adulterio, la sodomía, no ir a la Eucaristía los domingos, la violación o el suicidio, entre otros. Eso, por mucho que en el Antiguo Testamento se haga, nuevamente, frecuente apología de muchos de ellos. Para redimirse hay que someterse al sacramento de la penitencia, o bien ser perdonado por alguien que se haya sometido a tan masoquista ritual. Con eso se da por satisfecha Mi sádica condición.

Espero que con esta entrada Mi feligresía se aleje más del pecado y de la vengativa e infernal condenación  con la que lo castigo Yo vuestro Dios, el bien en estado puro.

jueves, 4 de marzo de 2010

Mi aguda y penetrante mirada.

Hoy quiero traeros la representación más fidedigna de Mi escrutador ojo divino, ese que todo lo ve. Es gracias a Mi aguda, atenta y penetrante mirada como controlo y superviso Mi maravillosa creación, siempre vigilante, encargándome constantemente de cuidar de ella y de proteger a Mis devotas criaturas. Puede que acostumbre a mostrarme indolente, a estar ausente a demostrar Mi sádica condición y que Mi omnisciencia sea un tanto olvidadiza pero ahí estoy hijos Míos, siempre tan infinitamente bondadoso.

 

Puede que parezca un simple plagio del ojo de Horus pero debéis creerme si os digo que nada tiene que ver. Es simplemente una representación de la Santísima Trinidad, ese magnífico trío de dioses que abarrota Mi religión monoteísta. Adoradme, querida feligresía, a ese vuestro Dios de atenta y limpia mirada, esa que solo puede pertenecerme a Mí, el único dios verdadero.

Advertencia: Quien ose sugerir el consumo por Mi parte de ciertas sustancias estupefacientes verá descargar sobre él Mi más implacable ira.

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