El avance de los tiempos, con lo que de progreso de la la
razón, del
conocimiento y de las libertades conlleva, ha ocasionado un incremento del número de gente a la que le cuesta más creer en las deidades tradicionales a medida que se van quedando desfasados los arcaicos postulados de sus religiones ancladas a unas
verdades reveladas absolutas y, por tanto, necesariamente inamovibles. Resultan entonces especialmente contraproducente para la fe valores tan importantes como el
Oscurantismo, la
Hipocresía y el
Absurdo que caracterizan a Mi Iglesia. Eso por mucho que se consiga un cierto progreso con la ayuda de unas constantes e inevitables reinterpretaciones y
relativizaciones de lo absoluto con el único fin de no quedarse fuera del mercado.
Es así que cada vez es mayor el número de gente que realiza una interpretación propia al gusto de sus necesidades, construyéndose su propia deidad a conveniencia. Ya que "
en algo hay que creer", es más fácil hacerlo en una deidad genérica hecha a la medida del individuo.
Este proceso puede darse de muy diversos grados, yendo desde un simple tuneado de deidades como Yo o Mi Hijo, o la deidad predominante en el
ámbito geográfico del sujeto, hasta la completa construcción de una nueva deidad tanto con con mezcla de varias como con imaginativas aportaciones propias. Lo único importante en el proceso es crear una deidad con el atractivo irresistible que proporciona el creer en lo que se
ansia creer.
Quiero dejar bien claro que para considerarse un auténtico católico hay que creer en todos y cada uno de los caducos dogmas y preceptos de Mi Iglesia, ya que el hecho de cuestionárselos, olvidarlos o seleccionarlos al gusto para una mejor digestión, no tomándose en
serio la fe como un buen
borrego, simplemente porque sean Absurdos, sólo sirve para alejar al individuo de Mi verdad así como para acercarle a fuego eterno de la condenación, por mucho que pueda servir para aplacar los miedos existenciales y la necesidad de
creer en lo sobrenatural.