
En ese caso, animo a Mis devotos feligreses a que sigan utilizando los dos argumentos básicos a los que suele recurrirse en éste asunto que, no por faltos de lógica, han de ser desechados por aquellos mis
aborregados feligreses:
- Es una cuestión cultural que se basa en la tradición. Se trata un argumento que se regocija fundamentalmente en la consolidación de una situación de privilegio lograda generaciones atrás, cuando los conceptos de "laicismo" o "libertad religiosa" resultaban inconcebibles. Es cierto que para lograr un avance en las libertades es necesario superar aquellas tradiciones que lo imposibilitan por estar ancladas a un pasado en el que éstas no existían pero, para la gente de bien y de orden, el crucifijo, en tanto y cuanto que símbolo del cristianismo, representa la idea de una indispensable aportación por parte de éste, de los
valores morales que caracterizan la cultura occidental. Para hacer semejante afirmación conviene olvidarse de que los pueblos adoradores de falsas religiones también tienen valores morales semejantes, que no son sino reglas básicas de vida en sociedad.

Por desgracia, esta romántica idea que ha ser utilizada para publicitar Mi fe no es compartida por todos y cada vez se ve más cuestionada por culpa del desarrollo de las sociedades y de su
culturización. Lo cierto es que dista mucho de ser el símbolo de unión y consenso que nos gustaría. Para los infieles, adoradores del maligno, el crucifijo no tiene connotaciones tan benignas y es el símbolo de una larga tradición de
oposición al progreso y de imposición, a cualquier precio, de unos dogmas cada vez más obsoletos, recurriendo, en muchas ocasiones, a métodos sangrientos e inhumanos hasta tiempos muy recientes en países como España.

También representa una implacable búsqueda del
poder y la
connivencia con los totalitarismos por parte de
Mi Santa Iglesia y su obstinación por impedir avances sociales y del conocimiento, pudiendo así mantener intacta su situación de privilegio y continuar con su labor de salvaguarda de la fe. Siglos después de haber derrotado a las perniciosas creencias paganas son estos razonamientos críticos son los nuevos enemigos de Mi fe.
En cualquier caso, y aunque el carácter tradicional pueda tener connotaciones muy diferentes a las que se buscan para defender su continuidad, es conveniente fomentar un razonamiento tan evidentemente circular y autojustificante, ya que el derecho a imponer ese símbolo a las nuevas generaciones en base a la tradición, sirve para consolidar más esa situación y hacerla más "tradicional".
Lo que ningún perverso
ateo librepensador podrá negar nunca es que el hecho de imponer el crucifijo durante generaciones es toda una tradición.
- Es una cuestión de mayorías. Se fundamenta en tratar el asunto de una forma “democrática”, es decir, en que la decisión de retirar los crucifijos sea tomada por votación cuando alguien manifieste la disconformidad con su presencia. Es una estrategia que puede resultar a primera vista muy tolerante y razonable, por lo que debe seguir siendo utilizada por Mi feligresía con asiduidad. Lo malo es que, como ocurre siempre que se le pretende dar una base de racionalidad a las posturas religiosas, se queda en un mero baño externo que se elimina muy fácilmente con el más mínimo rascado lógico. Alguien capaz de razonar libremente diría que el respeto a las minorías ha de ser consustancial a una verdadera democracia y que la aconfesionalidad de un estado, decidida democráticamente, implica el que a nadie pueden imponérsele unas determinadas creencias religiosas por muy mayoritarias que puedan ser. Para ello, tanto dichas creencias como sus símbolos, deben circunscribirse al ámbito de lo privado. Mis devotos feligreses pueden aducir que si se permite a un musulmán acudir a la escuela con un símbolo de su religión también debería permitirse colocar el crucifijo en clase. Con estos sesudos galimatías mentales, Mis bienintencionados creyentes mezclan lo privado con lo público, demostrando que nunca llegarán a entender un concepto tan simple como el de libertad religiosa y haciendo gala de esa
limitación mental que les proporciona su fe en Mí y que tanto Me complace y halaga. Es evidente que el argumento de la mayoría se utiliza con la muy noble y piadosa certeza de que ésta está garantizada gracias al
adoctrinamiento masivo llevado a cabo por parte del estado en Mi fe en pasadas generaciones.

Lo que ciertamente se persigue es poder seguir gozando de ese privilegio para poder perpetuar esa mayoría. Una prueba evidente sería ver qué dicen los defensores de las mayorías si en una determinada aula sucediese algo que cada día es menos improbable en España, como que fuesen mayoría los alumnos musulmanes. Si, en base a esa mayoría, se votase sustituir el crucifijo por una media luna, seguramente su posición “democrática” desaparecería de un plumazo y se sustituiría por un alegato a favor del nacional-catolicismo y el uso de argumentos abiertamente xenófobos. También es probable que se buscase una mayoría a nivel nacional y acabar así de una puñetera vez con eso del “estado aconfesional”. Por suerte, sólo los menos comprenderían que en un estado de derecho a nadie deben imponérsele unos símbolos religiosos, llegando a entender, por fin, el concepto de laicismo.

Después de ver que las posturas más utilizadas pueden ser rebatidas por los malintencionados
ateos y, gracias a que Me he dignado a abandonar Mi tradicional
indolencia para crear este blog, os mostraré una serie de irrefutables argumentos a favor de tan noble causa:
- El crucifijo es el símbolo de la
única religión verdadera, fundamentada en las
revelaciones de un Dios
arbitrario,
arrogante e
irascible pero
muy bueno, y en la subjetiva interpretación de su
libro sagrado. Hay que garantizar que las nuevas generaciones sigan siendo adoctrinadas y sometidas a ella como prueba de amor que garantice su salvación, así como la prosperidad los privilegios y el
sostenimiento económico con fondos públicos de Mi Santa e
Hipócrita Iglesia.
-El crucifijo debe ser impuesto como símbolo de las
certezas que proporciona la fe en Mí y que siempre deben anteponerse a los conocimientos basados en
la razón.
- También simboliza la grandeza de la cristiandad y, muy especialmente, la de una
patria gloriosa
elegida por Mí.

- Demuestra a los practicantes de otras falsas religiones la superioridad del cristianismo.
- Sirve para que los no creyentes tengan siempre muy presente la misericordia con la que serán acogidos por Mí si se arrepienten y se integran en Mi rebaño, así como la cruel y vengativa
condenación que padecerán si no lo hacen.
- Representa el impagable papel de
tutela de las libertades que Mi Iglesia siempre ha ejercido.
- El crucifijo es una macabra representación de una persona ejecutada mediante un método sumamente cruel, sangriento y despiadado, por proporcionar al reo una muerte particularmente lenta y dolorosa.

El individuo que aparece torturado hasta la muerte en él, con una corona de espinas clavada en su frente, no es otro que
Mi chaval Jesucristo. Como anécdota recordaré que la inmensa mayoría de dichas representaciones son erróneas porque la crucifixión se realizaba clavando al individuo por las muñecas y no por las manos. Pero éstos siniestros detalles no deben desviarnos del tema tratado que es la conveniencia de que tan bonita figurita esté colocada a la vista de los niños a diario desde su más tierna infancia, en el lugar donde deben ir a formarse como personas. Los efectos que puede producir su contemplación cotidiana en el desarrollo de la mente infantil no pueden sino ser completamente beneficiosos, porque les prepara para la aceptación del sufrimiento, el miedo a
Mi ira y la resignación ante
Mi sádica condición, cosas todas ellas muy virtuosas y necesarias en Mi fe.
- Los crucifijos son necesarios porque adornan un montón.
Ahora sí que queda completamente clara la necesidad de mantener los crucifijos en todos los centros, por muy pública que sea su financiación, en la medida que representan la Iglesia del único dios verdadero que no es otro que Yo, que tengo un blog.