La religión sólo es útil si sirve para generar certezas y para ello necesita que se fundamente en principios y dogmas de carácter absoluto. Eso, querida feligresía, es algo vital para todas las religiones aunque, claro está, la única verdadera sea la Mía.
Frente a Mi verdad absoluta e inamovible, sólo puede haber una forma correcta de actuar, y es el pleno acatamento de los principios de Mi Iglesia. Aquel sujeto religioso que piense que puede tener fe en Mí, creyendo sólo en una parte de dichos principios, por él seleccionados en base a un criterio propio, manifiesta un grave desconocimiento del funcionamiento de Mi fe. No cabe, por tanto, tomarse la fe más o menos en serio al gusto del consumidor. Quien piense que puede considerarse creyente sin tomarse la fe completamente en serio está asumiendo el relativismo de lo presuntamente absoluto y la falsedad de la religión. Esto a su vez supone reconocer tácitamente que se considera la fe como una mera creación a la medida de las necesidades humanas. Es de alabar, por tanto, aquella gente que obra desoyendo el más elemental sentido común y se deja guiar ciegamente por su fe, como ocurrió en el caso de la noticia que Me proporcionó el gentil feligrés Telecansino, acerca de un devoto practicante de una rama desviada de Mi religión: http://www.publico.es/internacional/242388/padre/quedo/rezando/vez/llevar/hija/hospital/culpable/homicidio.

Resulta alentador ver cómo el constreñimiento mental que produce la fe puede puede llegar a anular a alguien su raciocinio hasta tales extremos.
Es por eso que Mi fe sólo puede tomarse de una forma, que es totalmente en serio. No ocurre lo mismo en otras religiones que, por no estar basadas en verdades fraudulentas, resultan una completa y aberrante farsa que surge simplemente de una respuesta falcilona a la visceral necesidad humana de transcendencia. En esos casos, el hecho de tomarse completamente en serio la fe, y llevar una vida del todo acorde con los dogmas religiosos se denomina fundamentalismo y resulta algo siempre muy peligroso para la humanidad. Como consecuencia de éste fundamentalismo se coarta el desarrollo de las sociedades humanas y del conocimiento, se dificulta el progreso científico y se originan conflictos, guerras y atentados terroristas en el nombre de falsas deidades. La obligación de aquellos de Mis feligreses, cuya fe sea plena y sincera, ante aquellos con una fe desorientada ha de ser la de enseñar y propagar la fe en Mí, con el inmenso amor que ésta conlleva. Eso incluye a miembros de otras religiones y a no creyentes. Por eso, los sistemas políticos que se olvidan de la verdad divina y se rigen por leyes ajenas a las Mías son tan perniciosos, y el laicismo es algo tan aterrador.
Quiero dejar bien claro que se puede tildar de fundamentalismo únicamente a otras religiones en la medida en la que se basan en unas falsas verdades susceptibles, por tanto, de relativización, pero nunca a Mi religión verdadera, garantía de paz, progreso y libertad, pero siempre a Mi servicio, el verdadero Dios.
Es por eso que Mi fe sólo puede tomarse de una forma, que es totalmente en serio. No ocurre lo mismo en otras religiones que, por no estar basadas en verdades fraudulentas, resultan una completa y aberrante farsa que surge simplemente de una respuesta falcilona a la visceral necesidad humana de transcendencia. En esos casos, el hecho de tomarse completamente en serio la fe, y llevar una vida del todo acorde con los dogmas religiosos se denomina fundamentalismo y resulta algo siempre muy peligroso para la humanidad. Como consecuencia de éste fundamentalismo se coarta el desarrollo de las sociedades humanas y del conocimiento, se dificulta el progreso científico y se originan conflictos, guerras y atentados terroristas en el nombre de falsas deidades. La obligación de aquellos de Mis feligreses, cuya fe sea plena y sincera, ante aquellos con una fe desorientada ha de ser la de enseñar y propagar la fe en Mí, con el inmenso amor que ésta conlleva. Eso incluye a miembros de otras religiones y a no creyentes. Por eso, los sistemas políticos que se olvidan de la verdad divina y se rigen por leyes ajenas a las Mías son tan perniciosos, y el laicismo es algo tan aterrador.
Quiero dejar bien claro que se puede tildar de fundamentalismo únicamente a otras religiones en la medida en la que se basan en unas falsas verdades susceptibles, por tanto, de relativización, pero nunca a Mi religión verdadera, garantía de paz, progreso y libertad, pero siempre a Mi servicio, el verdadero Dios.