lunes, 24 de marzo de 2008

La Creación. Parte I: se acabó lo que se daba.

Hasta la publicación de "el origen de las especies" de Charles Darwin, los cimientos de mi religión eran sólidos e inamovibles. El muy inquietante tema del origen de todo lo existente y, especialmente del ser humano, la criatura con el ego más desarrollado, no presentaba ningún problema. Se asumía la creación tal y como aparecía en el Génesis. El rollo ese de Adán y Eva era muy bonito, muy mitológico (eso siempre ha gustado mucho a la especie humana) y muy comercial. No había que perder más tiempo en explicar lo que ya estaba explicado, la gente no le daba más vueltas a ese asunto y vivía feliz sin desperdiciar su tiempo en la búsqueda de explicaciones racionales. Mi rebaño vivió feliz durante siglos hasta que algo ocurrió.


En 1859, ese barbudo que físicamente se tira un aire a mí, Darwin publica su famoso libro. Por esa época, el frecuentemente olvidado Alfred Rusell Wallace, también llega a las mismas conclusiones que Darwin de forma totalmente independiente. Con ninguno de los dos surge la idea de evolución, que ya llevaba tiempo gestándose, sino un concepto mucho más perverso e inquietante: la selección natural.
Es el concepto de selección natural el que explica, por primera vez y sin necesidad de fuerzas sobrenaturales, como la vida puede evolucionar adaptándose al medio. Fue un golpe muy duro al infinito ego humano. Ya el golpe dado por Copérnico y Galileo diciendo que vuestro planeta no era el centro del Universo fue duro de asumir pero cuando vuestro ego se estaba recomponiendo llegó este otro mazazo. ¡Una criatura tan maravillosa como el hombre procedía de la familia de los primates como un mono cualquiera!.
Con dicho ego también se resintió irremediablemente mi fe porque, al fin y al cabo, la religión es la principal encargada de alimentarlo. Darwin padeció fuertes burlas y críticas por lo que había dicho, pero el mal ya estaba hecho, se había sembrado la duda acerca de la trascendencia humana. De hecho todavía es frecuente encontrar gente que no ha asimilado este golpe, pero mi religión se dió cuenta de la cosa pintaba mal y también tuvo que evolucionar para adaptarse y ponerle ruedas a los inamovibles cimientos.
¡Cuanto malestar se hubiese ahorrado a mi rebaño si los científicos de la época no le "hubiesen dado más vueltas" y se hubiesen conformado con la explicación bíblica!.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La Biblia necesita una o dos actualizaciones (o 1000)

Anónimo dijo...

... Vengo rebotando de un foro de "Público" en que aparecía un link a tu blog.
Me sorprende que no tengas más comentarios a tus posts, que son muy buenos. Intentaré colarme de vez en cuanto para poner mi granito de arena.
¿Es pecado escribir dios en minúscula? Tapronto.

El Creador dijo...

Lo cierto es que dioses hay muchos, todos fruto de supersticiones y del misticismo, pero Dios solo uno, que soy yo, el único y verdadero, porque yo lo digo.

Anónimo dijo...

... Amén. jes jes.

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