viernes, 4 de julio de 2008

La madre virgen de un dios monoteísta.

Mi religión monoteísta que consta de tres dioses tiene, además, otra destacada figura divina que es objeto de una enorme devoción. Se trata, claro está, de la Virgen María.

Esa gran mujer alumbró virgen a mi hijo dios después de ser inseminada por el Espíritu Santo tras adoptar éste apariencia de ave columbiforme. Pero al margen de lo pintoresca que pueda resultar la historia para aquellos pobres desdichados desprovistos de la suficiente fe, el asunto que quiero tratar es la influencia de esa admirable mujer en la historia de mi religión.

Resulta indudable la gran devoción que siempre se le ha profesado, hasta el punto de que podría parecer que su poder milagroso la convierte en una figura semi-divina que pone en peligro el monoteísmo del que tanto me vanaglorio, pero nada más lejos de la realidad. Aunque el ser humano pueda llegar a encontrar más lógico el monoteísmo, en el fondo de su ser siente una atracción innata por una religión politeísta al estilo de la vieja usanza, en la que haya una mayor cercanía con sus divinidades. Hay una atávica tendencia hacia la idolatría que forma parte del ser humano y que de alguna forma debe ser canalizada. Es lo que en otras ocasiones he definido como sentimiento religioso folclórico-pachanguero y la más clara manifestación de este fenómeno se produce precisamente con la Virgen.
Puede resultar un tanto desconcertante, si se analiza racionalmente, como siendo la misma mujer se la venera en un número tan enorme de formas, en función de la distribución geográfica, venerándose a cada aparición mariana de forma diferenciada del resto. Es por la necesidad anteriormente expuesta de cercanía a las divinidades que surgen las diferentes advocaciones como la del Pilar, la de Guadalupe, nuestra señora de Luján, etc. El fenómeno es tan frecuente que no hay ciudad, pueblo e incluso aldea que no tenga su propia Virgen, fruto de una aparición en su término municipal y a la que se le ha dedicado una ermita.
Podría parecer que se da el fenómeno, tan propio de la condición humana, de que sería una deshonra que la Virgen se aparecerse en el pueblo de al lado y no en el propio. Es así que en muchos casos se cuenta con más de una por población a la que poder rezar, hacer peticiones y sacar en procesión con todo tipo de vistosos adornos y abalolorios.
Pueda parecer que la figura de la Virgen es una mera forma de intentar reconciliar el monoteísmo con la idolatría, válida para mis queridos feligreses carentes del obstáculo de la razón, pero esta condición de divinidad cercana al pueblo es la que le da su verdadera importancia en el seno de mi Santa Iglesia. Su importancia es tal que todo aquel que se considere católico debe tener una representación propia a la que rezar.

Para quien no logre encontrar la racionalidad de mi argumento solo puedo recordarle que acate el misterio divino.

2 comentarios:

Jeju dijo...

Te cuento, a La Virgen María le decimos en el barrio "La Mujer Maravilla", también conocida como "Nuestra Señora Maravilla". Se nos apareció en una mancha de humedad, en shorcitos, de ahí el nombre.

Besos!!!

El Creador dijo...

Hay apariciones marianas para todos los gustos, pero esta es muy original.

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