jueves, 28 de octubre de 2010

Las reliquias.

Una manifestación especialmente Cutre, que evidencia el carácter idolátrico de Mi religión, es el del culto a las reliquias, esos trozos de hueso o de carne curada, cual reseco trozo de cecina de León, de cualquier parte de la anatomía de las muchas divinidades  humanas de Mi religión monoteísta. Y, sin embargo, crédulo rebaño, quiero aprovechar en este divino espacio para decir que por muy Absurdas que puedan parecer y por mucho que sirvan para desterrar cualquier atisbo de razón que pueda pretender encontrarse gracias a la visceral necesidad de creer en una religión como la Mía, lo cierto es que su servicio ha sido de inestimable valor. Porque sin tan morbosa y macabra forma de explotar los gustos idólatras del ser humano, la propagación de Mi fe, en cuanto que suprema dadora de amor y esperanza, hubiese sido, cuanto menos, más lenta, así como seguro, menos rentable. 

Los valiosos ingresos que han generado las reliquias han dado origen históricamente también a una competición entre los diferentes centros de culto cristianos, enfrascados en una denodada lucha por hacer acopio de las de mayor valor que han proliferado hasta un número tal, cuyo conocimiento haría  a buen seguro abrazar Mi fe hasta al más descreído. Entre ellas se hallan algunas tan disputadas y de tanta transcendencia como el prepucio de Mi chaval Jesucristo. El hecho de que en esa competición lo menos importante haya sido, en muchos casos, la autenticidad de las piezas es meramente anecdótico si se compara con el mucho bien que han hecho por las finanzas de la fe. Y son bien conocidas las penurias y necesidades que pasa Mi Iglesia, entregada como está al servicio de la humanidad en su sagrada misión evangelizadora.

viernes, 22 de octubre de 2010

El carácter cultural de las religiones.

Es patente a ojos de cualquiera, querida feligresía, que las religiones tienen un carácter cultural. Cada cultura conocida en la historia ha tenido sus deidades propias, siempre al servicio de sus necesidades. Eso evidencia claramente el hecho de todas esas deidades son un producto de la cultura humana que las ha creado, siendo por lo tanto meras invenciones. Todas excepto la Yo, por supuesto, que soy la única verídica. El afirmar que la religión que Me rinde culto no es también falsa, no es simple producto de la tradicional y subjetiva costumbre humana de creer lo que se desea creer, sino del hecho de que, mientras que las demás carecen completamente de pruebas sobre su veracidad, la Mía cuenta con una, que por muy aislada y solitaria que pueda estar, también es completamente irrefutable. Por supuesto que dicha prueba no puede ser otra que la existencia de este Blog.
Eso os capacita, devotos y crédulos feligreses, a aborrecer y luchar contra el pernicioso laicismo y para poder proclamar a los cuatro vientos tanto la autenticidad de vuestra fe, como el fraude y el  completo desprecio a la razón que suponen el resto de religiones, siempre al grito dichoso de: ¡Aleluya!.

domingo, 3 de octubre de 2010

El hombre y los animales.

Hoy quiero hablaros de los animales, o alimañas, como cariñosamente aparecen denominas en el Génesis, y de la relación de tan decorativas criaturas de Mi maravillosa creación con el ser humano. En su lucha por controlar su terrible miedo existencial, el ser humano siempre ha ansiado una transcendencia que le asegurase una vida después de la muerte. Necesita creerse que es la especie elegida por Mí para disfrutar de una gozosa vida eterna. Religiones como la Mía surgen para cubrir esa demanda, garantizando al hombre tanto su separación como su superioridad con respecto al resto del reino animal. Como dice el devoto psiquiatra Enrique Rojas: "La religión es la rebelión del ser humano que no quiere vivir como un animal". Lo que el hombre quiere es un dios que le haga sentirse superior y en ese proceso ha ido creando divinidades como Yo, gracias a su mayor capacidad mental e imaginación. La pena es que durante toda la historia de la ciencia se han ido derrumbando una tras otra las murallas mentales que separaban al ser humano del resto de las criaturas vivientes. Dichas barreras han sido construías únicamente a base prejuicios surgidos por la misma necesidad primordial que ha dado origen a las religiones modernas. Además, en su construcción, cada vez más a la desesperada, de esos muros entre el hombre y el resto del reino animal para salvaguardar la concepción antropocentrista que el hombre tiene del mundo, el desmoronamiento cada vez se produce antes y la reconstrucción es cada vez más endeble e insostenible con cada avance del conocimiento científico. Un enfoque tan frío y objetivo, es capaz de ocasionar descomunales estragos en la fe por culpa del irreverente y herético racionalismo de los tiempos modernos que se resiste a dejarse subyugar por esta. Para poder contemplar de una forma tan imparcial su relación con el resto de los animales, el ser humano debe vencer antes su proverbial capacidad de creer aquello que ansia creer, al margen de cualquier evidencia en contra. Y eso, por suerte devotos seguidores, resulta simplemente imposible para la gran mayoría de la población, que sigue refugiándose en la existencia de una divinidad tan suprema como Yo, creadora de las sublimes leyes del Universo, pero siempre tan humana, cercana y cutre. De no ser así tampoco cumpliría su función antropocentrista.


Por supuesto que es normal que el hombre sea la especie más importante para el hombre, como la cucaracha lo es para la cucaracha. Pero lo incómodo es percatarse de que ambas son unas de tantas de las cientos de miles existentes en un insignificante planeta entre tantos como existen en el enorme Universo por Mí creado. Desde Mi privilegiado punto de vista ciertamente puede considerarse, cuanto menos, algo pretenciosa la imagen que el ser humano tiene de sí mismo.
Pese a eso, podéis tener la certeza, devotos hijos Míos, de que Yo soy la garantía de que la especie humana es única y que gracias a Mi goza de una privilegiada situación dentro de Mi creación. No se trata de una especie más que ha de aprovechar su limitado tiempo de vida. El hombre ha de llevar una servil existencia de dolor, penitencia y sacrifico para honrar Mi infinita y bondadosa arrogancia, porque como premio Yo le proporcionaré la más dichosa vida eterna a Mi lado. No temáis derrochar inútilmente vuestras denostables vidas pecadoras en el servicio a Mí, vuestro Dios. El único realmente existente y que ha dado prueba innegable de ello con este Blog, para desgracia de los miserables ateos.

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