Hoy quiero hablaros de los animales, o alimañas, como cariñosamente aparecen denominas en el
Génesis, y de la relación de tan decorativas criaturas de
Mi maravillosa creación con el ser humano. En su lucha por controlar su terrible
miedo existencial, el ser humano siempre ha ansiado una transcendencia que le asegurase una vida después de la muerte. Necesita creerse que es la especie
elegida por Mí para disfrutar de una gozosa vida eterna. Religiones como la Mía surgen para cubrir esa demanda, garantizando al hombre tanto su separación como su superioridad con respecto al resto del reino animal. Como dice el devoto psiquiatra
Enrique Rojas: "La religión es la rebelión del ser humano que no quiere vivir como un animal". Lo que el hombre quiere es un dios que le haga sentirse superior y en ese proceso ha ido creando divinidades como Yo, gracias a su mayor capacidad mental e imaginación. La pena es que durante toda la historia de la ciencia se han ido derrumbando una tras otra las murallas mentales que separaban al ser humano del resto de las criaturas vivientes. Dichas barreras han sido construías únicamente a base
prejuicios surgidos por la misma necesidad primordial que ha dado origen a las religiones modernas. Además, en su construcción, cada vez más a la desesperada, de esos muros entre el hombre y el resto del reino animal para salvaguardar la concepción antropocentrista que el hombre tiene del mundo, el desmoronamiento cada vez se produce antes y la reconstrucción es cada vez más endeble e insostenible con cada avance del conocimiento científico. Un enfoque tan frío y objetivo, es capaz de ocasionar descomunales estragos en la fe por culpa del irreverente y herético
racionalismo de los tiempos modernos que se resiste a dejarse subyugar por esta. Para poder contemplar de una forma tan imparcial su relación con el resto de los animales, el ser humano debe vencer antes su proverbial capacidad de creer aquello que ansia creer, al margen de cualquier evidencia en contra. Y eso, por suerte devotos seguidores, resulta simplemente imposible para la gran mayoría de la población, que sigue refugiándose en la existencia de una divinidad tan suprema como Yo, creadora de las sublimes leyes del Universo, pero siempre tan humana, cercana y
cutre. De no ser así tampoco cumpliría su función antropocentrista.
Por supuesto que es normal que el hombre sea la especie más importante para el hombre, como la cucaracha lo es para la cucaracha. Pero lo incómodo es percatarse de que ambas son unas de tantas de las cientos de miles existentes en un insignificante planeta entre tantos como existen en el enorme Universo por
Mí creado. Desde Mi privilegiado punto de vista ciertamente puede considerarse, cuanto menos, algo pretenciosa la imagen que el ser humano tiene de sí mismo.
Pese a eso, podéis tener la certeza, devotos hijos Míos, de que Yo soy la garantía de que la especie humana es única y que gracias a Mi goza de una privilegiada situación dentro de Mi creación. No se trata de una especie más que ha de aprovechar su limitado tiempo de vida. El hombre ha de llevar una servil existencia de dolor, penitencia y sacrifico para honrar Mi infinita y bondadosa
arrogancia, porque como premio Yo le proporcionaré la más dichosa vida eterna a Mi lado. No temáis derrochar inútilmente vuestras denostables vidas
pecadoras en el servicio a Mí, vuestro Dios. El único realmente existente y que ha dado prueba innegable de ello con este Blog, para desgracia de los miserables
ateos.